Mantener una postura yin durante un cierto tiempo estimula y atrae la energía hacia los distintos meridianos, ayudando al cuerpo a desbloquear, regenerar y reforzar ciertas zonas, mejorando la circulación.
Aunque el estilo es más ‘pasivo’ a primera vista ofrece otro nivel de exigencia al practicante. Al estar en una postura durante tres o más minutos, la práctica ofrece también una oportunidad de tomar los primeros pasos hacia la meditación.
Según los chinos, la harmonía y la salud se encuentran cuando todos los aspectos yin y yang en la vida están en equilibrio – este estado, el “Dao” nos lleva a la tranquilidad. Y en todas las distintas facetas de la vida necesitamos tanto el yin como el yang.
Al empezar una práctica yin el alumno descubre un espacio muy valioso para completar lo que hoy en día es una vida muy activa (yang) con la posibilidad de observarnos y conectar con nuestro lado interior (yin), al estar obligados a mantenernos quietos durante unos instantes – realmente viviendo el momento presente y observar cómo nos encontramos en cada momento. Liberar tensión al nivel físico siempre estará vinculado a nuestro cuerpo ‘emocional y mental’ y la posibilidad de crear más espacio interior, más conocimiento personal y un mejor equilibrio.
Una práctica de quietud tiene un gran beneficio en cuanto a formar también la mente – mientras trabajamos el cuerpo, de forma simultánea, podemos entrenar la mente y conseguir una sensación de bienestar y serenidad que traspase los ejercicios y tenga efectos muy duraderos.